Enamorada de la naturaleza, su musa mayor.

Una niña mira por la ventana y observa las ramas de un árbol. Su cuerpo está en clase, en el colegio, pero su cabeza está analizando los colores, las curvas, las sombras. Piensa en cómo podría pintarlo, si lo haría con la delicadeza con la que se pinta el cuerpo de una mujer o si sería detallista con la geometría de las ramas.

Cuando está empezando a pensar en las hojas, brotando después del invierno, y en el contraste entre el verde de la clorofila y el celeste del cielo, la maestra le llama la atención. Dice Flavia Fernández (35) que de chica la tildaban de colgada por estar contemplando la naturaleza que se veía por las ventanas de su clase.

Flavia es artista visual, pintora. Suele hacer sus obras con óleos y estas tienden hacia los paisajes naturales. No es solo su profesión, es su forma de ver el mundo.

-¿Qué estudiaste para poder ser artista de profesión?

Yo estudié Bellas Artes en Buenos Aires, Diseño Gráfico en la ORT, talleres de figura humana, acuarela, paisaje asiático en The Art Student League en Nueva York. Asistí a varios  talleres y cursos de dibujo, pintura, grabado y cerámica.

También compartí taller en  Casa Blanca con otro grupo de pintoras amigas. Fue una época muy linda esa.  Ignacio Iturria, que admiro mucho y a también su familia de generosidad enorme,fue un maestro muy importante en mi pintura y en mi formación artística.

-¿Te dedicás full time a la pintura?

Sí, me dedico a la pintura. Además, doy clase de arte a niños. Los chicos tienen una frescura y crean sin prejuicios, me nutro mucho de ellos.

-Desde el punto de vista económico, ¿a qué dificultades puede enfrentarse un artista si se dedica solo a la pintura?

No es fácil desde el punto de vista económico pero si fuese por eso no existirían los pintores.  No es fácil la venta y en este país es más difícil todavía. Sin embargo, con las redes uno puede mostrarse de forma fácil y rápida a mucha gente, ya sea dentro o fuera del país.

En mi caso, doy clases y eso me ayuda a mantenerme.

Mirándolo por otro lado, hay veces que la falta de materiales te obliga a usar más la creatividad y buscar otros medios para transmitir lo que querés. Ayuda a tener que ser creativo. Ignacio siempre me dijo que con hambre se pintaba mejor y que hay que darle siempre al mismo clavito, que un día iban a tocar la puerta. Son consejos que me quedaron marcados.

-¿Qué pintas en tus cuadros y por qué?

Pinto desde mi sensibilidad. No conozco otra forma de pintar. Pinto sentimientos a través de la naturaleza: sus luces y colores. A veces trato de transmitir hasta olores, a tierra mojada, por ejemplo.

Creo que la propia mujer, en sí misma, tiene gran sensibilidad y admiración hacia la naturaleza y a las formas orgánicas.

-Entonces, tenés una tendencia a pintar paisajes relacionados a la naturaleza. ¿De dónde viene ese gusto por esta temática?

Siento una fuerte inspiración por la naturaleza en todas sus manifestaciones. Me conmueve ver el brote de una hoja, la luz de las distintas horas, las estaciones. Nunca me voy a aburrir de contemplar la naturaleza, siempre me enseña algo nuevo.

Con mi marido hicimos un viaje a la Selva Amazónica (en Perú) hace varios años y me llevé los óleos y las telas para pintar allá. Fue un viaje que me marcó mucho, sentí una fuerte conexión con la naturaleza ahí.

Ahora me voy mucho al interior del país a ver plantaciones y cultivos y veo miles de cuadros por todos lados. ¡Siento que no me va a dar la vida para todo lo que quiero pintar!

-¿Dónde y a qué edad aprendiste a pintar?

Sigo aprendiendo y toda la vida seguiré aprendiendo. Nunca me dejo de sorprender y eso es lo apasionante de la pintura. Nunca llegás a aprenderlo todo, pero seguís metiéndole creyendo  que sí lo vas a hacer. Es difícil de explicar.

-¿Dónde en tu infancia entró el arte?

Soy nacida en Salto. Mi papá tenía una chacra de cítricos y tengo el recuerdo de sentarme abajo de los naranjos y ver y contemplar la naturaleza, además de comer muchas mandarinas. Me encantan.

Nos vinimos a vivir a Montevideo cuando yo tenía edad escolar y recuerdo con mucho cariño a mi maestra de Arte, Mrs. Simonds. Para mí fue una persona muy importante en mi infancia y gran motivadora de la creatividad. Me fomentó mucho el crear y siempre me alentaba a hacer cosas nuevas y a usar mil colores. En los recreos me acuerdo que me iba siempre a su clase a dibujar y a pintar.

Mis padres trabajaron toda la vida en el campo y todas las vacaciones y fines de semana me llevaban para allá. Disfrutaba mucho y me aburría muchísimo también, pero creo que ese aburrimiento me llevó a agarrar un lápiz y a dibujar lo que me rodeaba. Hoy agradezco mucho haber vivido esa infancia y se lo trato de transmitir a mis hijas.

-¿Ves tu vida sin la pintura? ¿Cómo sería?

Imposible. Es una parte de mi vida que no podría separar.

-¿De dónde sacás inspiración a la hora de pintar? ¿En qué te inspiras?

Los paisajes me inspiran: las plantas, los árboles, sus formas, sus colores, sus constantes cambios y las luces.

En casa tengo una huerta, así que también trabajar la tierra, estar en contacto directo con la planta, sus cuidados, sus frutos. Soy loca por la reproducción de plantas. Siempre busco reproducirlas, sacar gajos y ayudarlas a crecer con compost.

Si estás receptivo, todo eso es como un shock de energía e inspiración. No hace falta nada más.

-¿Cómo es tu proceso creativo?

No tengo un solo proceso, hay varias herramientas que me ayudan. Trabajo con el iPad, es una herramienta espectacular donde no gastas pinturas y lo puedo hacer desde cualquier lado. De hecho estoy por imprimir unas pinturas que hice. Hago bocetos con acuarelas, dibujos a lápiz, y lo que encuentre en el taller. Preparo los lienzos para pintar y ahí voy armando la idea en mi cabeza de lo que voy a hacer.

Tengo un taller cerca de casa que es muy cómodo para ir y venir, llevar y traer a mis hijas sin perder tanto tiempo. Además, está rodeado de naturaleza y los mejores paisajes que puedo pedir. A veces, siento que tengo a mi propio Giverny.

-¿Pintás por encargue? ¿O se compra tu obra ya terminada?

Las dos cosas. Vendo la obra ya terminada la mayoría de las veces, pero el encargue siempre es un desafío que me motiva mucho. Interpretar lo que la otra persona quiere y poder hacerlo es una satisfacción.  El ciclo que arranca en una idea, llevarlo a la tela y después que pongan el cuadro en sus casas y sea parte de sus vidas me hace muy feliz.

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Por Federica Bordaberry