Diseñadora de fines del siglo XIX y musa de Klimt.

Emilie Flöge

Viena. Siglo XIX. Capital del Imperio austro-húngaro. Por las calles se escucha alguna melodía etérea. Schubert quizás. Que llega a la calle desde algún salón imperial. En una ventana cercana se vislumbra a un señor de fuerte presencia, con un puro en boca, contemplando su propio humo, y, de a momentos, mirando a las mujeres encorsetadas y con cintura de avispa  pasear por la acera.

En esa Viena de máximo esplendor, donde todo debía ser perfecto y controlado,es donde ella nace y crece. Sí, ella. Emilie Flöge.

En el mundo de la historia del arte es conocida como la musa, la amante y la compañera de vida de Gustav Klimt. En la historia de la moda, si bien sus aportes fueron rupturistas, marcando un antes y un después, lamentablemente para muchos su nombre ha quedado en el olvido.

Emilie, la más chica de su familia, era la típica “señorita de alcurnia” de aquel mundo en el que se movía. Mujeres educadas con modales exquisitos y gestos muy cuidados, ideales para quedarse en casa tocando instrumentos, y solo mostrarse en eventos públicos como si fuesen piezas de exhibición. Pero Emilie ya volaba desde niña, y esa crianza acartonada no le iba con su personalidad avasallante. Ella sabía lo que quería. Dedicarse al diseño de moda.

Empezó trabajando como costurera en la escuela de moda de su hermana Pauline y,luego, en 1904, abrió una tienda con su otra hermana, Hélène. Schwestern Flöge (Hermanas Flöge), diseñada por el arquitecto Josef Hoffmann, durante 34 años fue la cita obligada de las mujeres más avanzadas de la época. Hasta la ocupación nazi de Austria, en 1938, cuando dichas hermanas se vieron obligadas a cerrar su negocio, ya que la mayoría de sus clientas eran de ascendencia judía.

Sus famosos “vestido reforma”, vaporosos, sueltos, amplios, y sus emblemáticas túnicas, fueron un quiebre al corset. Fue como decir “basta” a esa tiranía a la que estaban sometidas las mujeres. El cuerpo femenino exigía liberarse. Soltarse. Lograr la libertad de movimientos.

La literatura del arte dice que fue a su mayoría de edad que Emilie conoció a Klimt, durante una cena familiar. También dice que Emilie fue la musa inspiradora de varias de sus obras. Pero lo que sí queremos dejar claro es que el pintor también fue una inspiración para Emilie. Era una linda sinergia, de esas tan mágicas que se crean cuando hay amor condimentado con arte y vuelo. Y gracias a esa alquimia, a ese ingenio casi poético, es que Klimt pudo lucir sus icónicas túnicas diseñadas por su amor.

Los modelos de Emilie estaban bañados de orientalismo y los diseños geométricos eran protagonistas. Su personalidad magnética se veía reflejada en todos y cada uno de sus diseños, alguno que otro dibujado por Klimt. Con un valor agregado, los géneros que utilizaba eran sublimes.

Hoy, muchos diseñadores celebran a Emilie. El mismísimo Valentino tomó como inspiración sus diseños para su colección otoño-invierno 2015. Josep Font, director creativo de Del Pozo durante seis años, también tomó como fuente de inspiración sus diseños para su colección primavera-verano 2016. “Adelantada a su tiempo”, esbozó sobre ella.

“Ve a buscar a Emilie”, fueron las últimas palabras de Gustav Klimt antes de morir. Es que fue una mujer que no solo dejó su huella en la historia del arte, como la compañera eterna del maestro austrohúngaro, sino que también tiene su propia estrella en la historia de la moda.

Por Dolores de Arteaga