La impronta de la artista argentina Belén Lartirigoyen se replica en su casa situada en el barrio cerrado Lomas de La Tahona.

Un terreno amplio con una vista hacia una cancha de golf y a un paisaje quebrado con rocas dan la sensación de estar en el sur de Francia. Desde afuera, la construcción parece una típica vivienda de la Provence: la entrada recibe con aromos, la fachada es de piedra clara y los canteros de madera tienen una mezcla de flores rurales. Pero cuando uno abre la puerta de madera reciclada, ingresa a un mundo ecléctico y original, fiel a la excentricidad de su dueña. “Los arquitectos fueron inteligentes porque potenciaron mi locura, en ningún momento me opacaron”, confiesa la pintora.

Para adecuarlos al ambiente, Belén fue en búsqueda de muebles y objetos a distintos mercados, ferias y anticuarios como Bavastro, lo que dio como resultado que el 80 por ciento de toda la decoración de la casa sea reciclada. Hasta se puede observar su sello artístico en los géneros de las cortinas del living que fueron intervenidos por ella con dibujos de estrellas y lunas de color amarillo. Lo mismo replicó en su habitación de paredes grises con un mural pintado como si fuera un planetario. En el living predominan los muebles rústicos y todo tipo de butacas con diferentes géneros que van de la pana turquesa a mantas de la India. Todo lo contrario al estilo minimalista, se pueden observar todo tipo de objetos de decoración como estatuas, caricaturas, velas y muchos libros de fotografía y arte.

La puesta en escena de la decoración gira en torno a una gran chimenea de piedra que le da ese toque cálido al ambiente. Otro detalle que llama la atención es un piano antiguo colocado en el comedor. “A mi marido, aunque amateur, le gustaba mucho tocar, entonces decidí traer esta pieza a casa”, dice Belén. Pero como a ella el clásico instrumento no le gustaba, decidió pintarlo de su color preferido: el rosa.

Al mejor estilo de un loft neoyorquino, los peldaños de la escalera que conecta la planta de abajo con la de arriba es de chapa de camión y la estructura es parecida a una fábrica. Las paredes son modernas porque están hechas de cemento con una terminación industrial, igual que las columnas. Los techos altos son de color gris y las paredes están pintadas de colores oscuros como el bordó. Y los pisos de cemento alisado se combinan con baldosas de demolición que en algunos ambientes como la cocina cumplen la función de alfombra. El estilo persa se puede encontrar en todas las habitaciones. Hay una total ausencia del blanco y un protagonismo evidente del arte, ya que hay varios cuadros colgados al mejor estilo del pop art.

La casa respira olor a pintura fresca ya que Lartirigoyen utiliza su casa como espacio para dar un taller de arte. Cada miércoles entre ocho y diez alumnas se reúnen en esa casa en busca de inspiración. Sin duda, el mundo mágico que creó Lartirigoyen en su hogar provoca sensaciones que no pasan desapercibidas.

Diciembre, 2016.