Arriba de un techo, una ventana abierta. Están lejos por lo que los colores no son muy distinguibles y parece un dibujo a lápiz. Al lado, un hombre sentado en una silla de playa, recostado, con una botella en la mano. Hacía calor y estaba bien para tomarse una cerveza, aunque suponemos, porque podría haber sido cualquier otra cosa. Abajo, en Plaza Mayor, el ayuntamiento estaba promocionando algo, o a estaba a favor de algo, que implicaba un escenario y artistas españoles imitando a Queen.

Más adelante, bajando por la calle del Mercado San Miguel, una colección de tabernas tan antiguas que ya son clásicos y, en frente, una chica joven leyendo un libro desde su balcón. Se le escapaban las rodillas por los agujeros de la baranda. Mientras leía acariciaba el hierro calado, de esos que se hacían antes (en Montevideo, porque en Madrid son la norma).

En el Parque del Retiro, con el tono de voz alto para escapar del cuak de los patos, un hombre de traje le explica a otro la importancia de las relaciones reales entre empresa y cliente. Toman un café y, mientras esperan una porción de torta, la moza se distrae acariciando un perro bóxer que paseaba entre los árboles del parque.

Parque del Retiro

Dos mujeres bien vestidas tocan el botón del semáforo para empezar a cruzar las calles que rodean la Puerta de Alcalá. Las sigo de atrás, intentando no perderme de mi grupo, y escucho que hablan sobre ponerse las mejores ropas para pensar lo mejor posible. Supongo que estaban yendo al trabajo, aunque qué interesante sería si estuvieran yendo a pensar en un sillón nada más.

Puerta de Alcalá

Sentada en las escaleras de la catedral, en frente al Palacio Real, se asoman los naranjas de un atardecer. Un grupo de chicos se sienta a mirar el sol caer y hablan de él como si nunca lo hubieran visto antes. Uno revela, sin saber de mi intrusión, que aunque van casi todas las tardes siempre lo ven impresionante.

A unos metros, los jardines del palacio. Un señor mayor toca el saxo de sombrero y camisa. Una niña se acerca y le deja una moneda pero le aclara que no es por cómo está vestido (le resulta muy extraño) sino que es por cómo la música que sacaba de ese instrumento que no sabía el nombre había puesto muy contenta a su mamá.

Palacio Real

Supongo que se encuentra aquí para leer los lugares a los que inevitablemente deberá ir si visita Madrid. No los encontrará. Procedo a explicarme: el objetivo de esta nota es que le enseñe a conocer la ciudad.

Woody Allen una vez se cuestionó si existe obra de arte más grande que una gran ciudad. No por sus monumentos principales (que no hay que desmerecer porque por algo tienen ese título) sino de sus rincones, sus personajes, sus platos, sus balcones. El Madrid real aparece fuera del turismo. Sale a saludar, prolijo como es, después de conocerse mejor.

¿Qué hacer en Madrid? Caminar, mirar, escuchar, observar, sorprenderse, cuestionarse, maravillarse. Y salir a comer tapas, sin duda, salir a comer tapas.

Plaza Cibeles

Puerta del Sol

Barrio Las Letras

La Letras

Catedral Almudena

Barrio Salamanca

Mercado de la Paz

La Chueca

El Rosedal

Palacio de Cristal

Palacio de Cristal

Por Federica Bordaberry